viernes, 24 de diciembre de 2010

Decimos que los prolegómenos a tantas cosas que tenemos que confesar podrían resultar tan arcaicos, que perderían el sentido verdadero. Por lo tanto, qué preámbulo ni qué preámbulo.

Así, entonces, agarro la valija, me calzo las botitas, cargo el termo con agua caliente, y me voy, sin más, sin palabreríos descartables.
Lo que pasa es que a la vuelta, el cuerpo late y se extravía y se daña y se cansa y se resquebraja.
He allí entonces donde uno se tiene que cubrir con la capucha y dejar que lluevan todas las piedras que quieran, todas las piedras, todas las...

No he vuelto. Sólo partí. Sólo partí el pan en el verano que se partía la tierra de tanta sed.
Si vuelvo, antes voy a desenredarte los cables pelados, por las dudas.
Si no, guardame las perlas y las polleras que tenías que darme como regalo de cumpleaños.