sábado, 25 de septiembre de 2010

lugares baleados

Hoy después de muchos intentos, me senté a hablar con mi abuelo en el patio de su casa.
Comenzó a contarme historias de su adolescencia perdida, de sus amores y de sus trabajos ((Recién ahí pude entender a qué se debía mi traqueteo mundano. Siempre de un lado para otro acarreando personas, y olvidando nombres y caras de tanto ir y venir. Ese vaivén de siempre...))
Me contó que el trabajo en la mina había sido duro, solitario, agotador; que había tenido que pasar noches con los ojos abiertos por temor a no amanecer despiertos; que la ambición de cada minero lastimaba paulatinamente los vértices de la relación entre obreros, y que los soles pegaban como latigazos mientras las lenguas bífidas de los demás trabajadores le empastaban el paso.

Como mi vieja, que había estado escuchando el transcurso de la conversación, estaba un poco apurada por irse -cosas de adultos...-, el diálogo con mi abuelo tuvo que reducirse a sólo unas cuantas acotaciones más.

-Voy al baño y después nos vamos- anunció mi vieja.


El entusiasmo de mi abuelo por querer hacer conocer su historia permitió que no acabara allí, sino que se introdujera en otro viaje más jodido y espinoso: La estadía en Buenos Aires en épocas del peronismo en los '50. Me contó que se había enrolado en el servicio militar y que había estado a cargo de sectores de bajada de línea en las rutas: Si te encontraban en el auto con un arma, te bajaban y te mandaban con el oficial mayor para arreglar el asunto. El caos social en la ciudad era estremecedor, y los levantamientos obreros habían sido fuente de estrechas tomas de decisiones tanto para los militares como para cualquier buen transeúnte que anduviera dando vuelta por alrededores.

Mi vieja salió del baño.
-En cualquier momento vengo con un cuaderno y me pongo a anotar todo lo que me estás contando, abuelo.
-Jaja, hija, bueno, si tendré historias...
-El abuelo, aventurero- quiso excusar mi vieja.

Salimos de la casa dándole un abrazo.
Me llovieron cantidades de ideas en el momento, que venía gestando mientras sostenía la conversación. Fue fuertemente contradictorio pensarlo a mi abuelo en dos de los lugares justamente más baleados -en todo sentido- por este querido país en estos tiempos... Las minas, la minería, los militares, los milicos, el peronismo, uf, palabras cargadas hasta el tope. ¿Mi abuelo? ¿Minero y milico? jaja, vamos, de qué estamos hablando, el país antes no era lo mismo, la gente estaba enceguecida, anulada, con vendas en los ojos, en la boca y en el pecho, se pensaba en qué comer al otro día, en la salud, en permanecer vivo para luchar bajito, desde el silencio... chiquito. 

-Quiero llegar a casa y escribir lo que me contó el abuelo- aunque más no fueren puras palabras sueltas.

Quién sabe cuán agarrados estuvieron de las patas allá en el '50... Es que es mi abuelo, viste? mi abuelo...

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